Federico Marín Bellón / ABC.es
«Los Soprano», cuyo guión fue elegido el mejor de la historia, fue una de las series que hicieron viable el canal HBO y sus ideas más ambiciosas
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El actor
James Gandolfini, conocido sobre todo por ser el protagonista de «Los Soprano» –elegida hace unos días como la serie mejor escrita de la historia de la televisión–, murió el miércoles en Roma, a los 51 años de edad. A falta de la confirmación de la autopsia, a Tony Soprano le falló el corazón, casi como a Marlon Brando en su huerto, solo que en lugar de un nieto juguetón y demasiado pequeño para comprender, Gandolfini tenía a su hijo adolescente como testigo de una escena que no podrá olvidar. Era un «viaje de hombres», con su único descendiente, fruto de su primer matrimonio. Ambos se disponían a viajar a Sicilia, donde el actor de párpados perezosos tenía previsto participar en el Festival de Cine de Taormina.
James Gandolfini (Nueva Jersey, 1961) ya había actuado en películas importantes cuando le llegó la oportunidad de su vida. «Amor a quemarropa», «Marea roja», «La noche cae sobre Manhattan», «Fallen», «Acción civil», «Asesinato en 8 mm.» e incluso «Perdita Durango», de Álex de la Iglesia, son algunos de los títulos en los que siempre dejó algún detalle de calidad, en papeles por lo general insuficientes para que el suyo fuera algo más que un rostro familiar pero sin nombre.
Las tablas de Broadway también crujieron bajo su inconfundible corpachón desde que en 1992 debutara en la enésima versión de «Un tranvía llamado deseo», otra coincidencia con Brando. Pero el gran punto de giro del guión de su vida llegó en 1999, cuando la HBO le ofreció un personaje en el que enseguida vio «algo diferente». Su peculiaridad suponía todo un reto. Durante seis temporadas, Gandolfini sería el jefe de una implacable familia de mafiosos de Nueva Jersey. Tony Soprano era un tipo que podía estrangular con sus propias manos a un soplón y, unos minutos después, sufrir inconfesables ataques de pánico.
«El Padrino»
Hay una escena capital en «El Padrino», cuando el viejo Vito se recupera en el hospital y su hijo Michael tiene la clarividencia de comprender que sus enemigos lo van a rematar allí mismo, esa noche. Al Pacino toma el mando, finge una ayuda casi inexistente y lo cambia de habitación con sigilo. Con esa maniobra de thriller, que borda Coppola, el joven salva la vida de su padre, que sin embargo no volverá a ser el mismo. No es lo más recordado de la trilogía, porque la memoria se agarra mejor a la pistola escondida en el retrete y a la cabeza ensangrentada de caballo, pero lo que ocurre en el hospital contiene un significado profundo. La fuerza de los Corleone se ha transmitido, por la vía genética menos esperada, y el personaje de Marlon Brando queda a partir de entonces como alguien vulnerable, con sus crímenes casi prescritos en nuestra memoria.
Tony Soprano es el otro gran mafioso de nuestras vidas, aunque a diferencia de don Vito conocemos desde el principio sus debilidades, más psicológicas que físicas. El implacable criminal es mostrado como un león incapaz de descansar por culpa de las astillas del alma, de una inseguridad imperdonable en alguien de su posición. Lorraine Bracco se ganará su confianza como un san Jorge de la psiquiatría. A partir de ahí, lo que le ocurra a Tony en las malas calles, fuera de su refugio de confidencialidad, nos llegará siempre tamizado por el conocimiento de que no estamos solo en presencia de la bestia. Conocemos su secreto que, paradójicamente, lo hace mucho más temible. Tony Soprano ya es uno de los nuestros.
Que el propio James Gandolfini fuera hijo de inmigrantes y que en su casa la lengua habitual fuera el italiano es solo una coincidencia con un personaje del que no dudaba en desmarcarse en cuanto podía, aunque le debía todo, no solo un Globo de Oro y tres premios Emmy. En sus siguientes películas se vio enseguida que su presencia empezaba a tener más peso, incluso cuando en «The Mexican» perdió cuarenta kilos para su papel, junto a Julia Roberts y Brad Pitt. Los productores de «Los Soprano», por cierto, le pidieron que volviera a recuperarlos para que a Tony Soprano no le faltara contundencia ni credibilidad.
La serie que lo cambió todo
Los 86 episodios de «Los Soprano» no solo le cambiaron la vida a Gandolfini, que después participaría en películas como «In the loop», «Mátalos suavemente» y «La noche más oscura», entre como títulos más destacados. La serie supuso el espaldarazo de calidad que necesitaba el canal por cable HBO. Incluso en España, donde la emitió Canal+, representó lo mejor que podía ofrecer la televisión de pago. Para tipos como Terence Winter (creador de «Boardwalk Empire») y Matthew Weiner («Mad Men»), supuso la oportunidad de curtirse. «The Wire», «A dos metros bajo tierra», «Lost», «House of Cards» y tantas y tantas series dirigidas a un público adulto e inteligente probablemente habrían tenido que hacer muchas más concesiones para ver la luz sin este histórico precedente.